Aunque la canasta exportadora chilena alcanza a unos 5.300 productos que llegan a 190 países y son famosos sus vinos, frutas y salmones, el valor el cobre representa aún más del 54 % del total.

Cada centavo de dólar en el precio promedio anual del metal rojo supone para Chile unos 45 millones de dólares en impuestos y más de 90 millones en términos de balanza de pago, datos que explican su importancia para las finanzas del país.

Tras un ciclo de bonanza que mantuvo su precio por encima de los tres dólares por libra durante cuatro años, en 2014 se produjo una caída que desplomó el precio y los ingresos de Chile, reducción que se ha mantenido hasta hace poco tiempo en que las perspectivas son más halagüeñas.

Ayer martes, el precio alcanzó los 2,987 dólares por libra al contado y sobrepasó los tres dólares en los mercados futuros, su mejor desempeño en 33 meses.

El precio promedio en julio fue de 2,711 dólares la libra y en lo que va de agosto de 2,905 dólares, mientras en los meses transcurridos de este año se sitúa en 2,652 dólares, un 23,59 % más que en el mismo período de 2016.

La recuperación escapó a los vaticinios del mercado, los expertos y del Gobierno, que para elaborar el presupuesto fiscal del 2017 estimaron el precio en 2,2 dólares la libra, un cálculo del promedio anual que el pasado julio se elevó a 2,5 dólares, con un valor de cierre del año en torno a 2,8 dólares.

Según diversos expertos, tal evolución implicaría unos 2.500 millones de dólares adicionales para las arcas fiscales, con el matiz de que el presupuesto se calculó con una proyección de aumento del PIB (Producto Interior Bruto) del 2,5 %, que a mitad de año se redujo al 1,5 %, en el marco del estancamiento de la economía que comenzó a la par que la contracción mundial del cobre.

Lo anterior implicaría unos 500 millones de dólares menos en ingresos adicionales, que no obstante llegarían a unos 2.000 millones.

Con ello, el déficit fiscal efectivo, un fantasma que ha planeado permanentemente sobre la gestión del Gobierno de Chile, podría reducirse desde su nivel actual, de un 3,1 % del PIB, a un 2,8 %, según algunos expertos.

Para el presupuesto de 2018, que está en elaboración y debe ser enviado al Congreso el 30 de septiembre a más tardar, una comisión especial de expertos fijó un aumento potencial del PIB en un 2,6 % y un precio promedio del cobre de 2,77 dólares por libra.

Sin embargo, desde el sector privado recomiendan fijar un rango de entre 2,6 y 3 dólares por libra, sobre la base de que el auge de precios del metal puede ser de corto alcance.

Ello, porque la subida de los últimos meses estaría ligada más bien a factores volátiles, como la recuperación económica de China, el principal consumidor mundial de cobre, y la acción de especuladores en los mercados internacionales que a cuestiones relacionadas con la oferta y la demanda.

El ciclo de bajos precios no sólo afecto a los ingresos fiscales de Chile, sino que frenó inversiones mineras por más de 5.000 millones de dólares, provocó el cierre de faenas, especialmente medianas o pequeñas y disparó la cesantía en las regiones mineras, sobre todo en el norte del país, donde provocó una depresión más generalizada en las actividades económicas.

En 2014, las exportaciones chilenas de cobre alcanzaron a 41 millones de dólares, valor que en 2015 cayó un 17,8 %, a 31.123 millones; se recupero un 1,2 %, a 32.360 millones de dólares en 2016, pero en el primer semestre de 2017 cayeron un 16,1 % interanual, hasta 13.401,4 millones de dólares.

En el ciclo del auge, el valor fue de 40.342 millones de dólares en 2010 y de 42.664 millones en 2011.

En cuanto a la producción chilena de cobre, en 2014 sumó 5,761 millones de toneladas métricas, un 31,0 % del total mundial; en 2015 fue de 5,772 millones de toneladas, pero la participación en la producción mundial se redujo al 29,9 %, mientras que en 2016 cayó a 5,552 millones de toneladas, con una participación del 26,8 %.

Mientras desde hace medio siglo los gobiernos chilenos hablan de la necesidad de diversificar la canasta exportadora del país y de “agregar valor” al principal producto nacional, aumentando las fundiciones locales para no vender sólo lingotes de concentrados de baja pureza, la realidad muestra que aún falta mucho por hacer en ambos campos.

Fuente:  Estrategia

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